Durante los meses precedentes he seguido las noticias sobre el embarazo de la Ministra francesa Rachida Dati. Como Ministra de Justicia es uno de los personajes fundamentales del gobierno francés, y como mujer miembro de una minoría ha sido sumamente observada. Su embarazo como madre sola saltó a los medios por su negativa de dar a conocer el nombre del padre y se atribuyó la paternidad incluso a Jose María Aznar, hecho que fue firmemente negado por ambas partes.
Sin embargo por lo que os traigo la noticia es para hacer una reflexión, nuevamente, sobre como las responsabilidades de una ministra pueden entrar en conflicto con la maternidad. Su hija nació hace cinco días y hoy hemos visto como Dati acudía a un Consejo de Ministros perfectamente preparada para reintegrarse al trabajo y luego ha acudido a otra reunión importante.
Como sucedió con la Ministra de Defensa española choca el que una mujer con grandes responsabilidades vuelva a ellas al poco del nacimiento del bebé. Sin cuestionar esta decisión de ambas, que respeto, y considerando que posiblemente tengan facilidades para continuar la crianza en su lugar de trabajo, he pensado una cosa.
Yo, después del parto, me encontraba, además de en un momento físicamente agotador, en una nube hormonal y emotiva muy intensa. La separación de mi bebé me resultaba dolorosa y estaba enamorada, puérpera, reinventándome y embebida de la mirada de mi hijo. Yo no habría podido desdoblarme así.
La incorporación de la mujer, en igualdad, a puestos de responsabilidad es necesaria. Pero se me hace duro que sea tan, tan exigente con las madres recientes y las necesidades de los bebés. ¿Vale la pena? ¿Es compatible de verdad? ¿Que habríais hecho en circunstancias parecidas?
Via | Hola.com