"Mi primer parto fue como tocar el cielo con las manos", entrevista Mauricio Kruchik, doula

"Mi primer parto fue como tocar el cielo con las manos", entrevista Mauricio Kruchik, doula
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Si ayer hablé con Mauricio Kruchik sobre su labor como reflexólogo, algo de lo que no estoy nada convencida, hoy lo haré sobre su otra faceta profesional, en la que me declaro completamente encandilada con su sensibilidad y conocimiento de las emociones de hombres y mujeres. Hoy, la entrevista de Bebés y más a Mauricio Kruchik abordará su faceta de hombre doula.

¿Cómo es que un hombre decide ser Doula?

Mi historia como doula ha sido siempre un motivo de curiosidad para muchas personas. Bueno, en realidad, no he conocido casi gente que lo haya entendido y aceptado de manera natural.

Si, a mi también me asombró conocer a un hombre doula. Me encantaría que nos contaras el proceso que te llevo a esta profesión.

Es que un hombre normal apenas sabe algo de maternidad. Lo confieso, ese era mi caso.
Hasta un 11 de noviembre, el día que nació mi hija. Cuando llegué a casa al mediodía para recoger cosas para llevarle a mi esposa al hospital, me senté a tomar un café y mientras tanto hojeé rápidamente un boletín que me había llegado del lugar donde había cursado mis estudios como reflexólogo. Se abría allí una clase de Doulas.

No con ese nombre, sino con el título de Terapeuta de Embarazo y Parto. Claro, luego me enteré que a eso se le conocía en la nueva jerga con el nombre de doula. Jamás hasta ese momento había escuchado ese término. Corría el año 1999.

¿Y te atrajo la posibilidad de saber más?

Otra vez, lleno de curiosidad, seguí investigando, fui admitido al curso, que a la sazón me parecía muy interesante y sobre todo porque se le daba preferencia a terapeutas de contacto. Buscaba algo especial y fui hacia ello con la ilusión de que realmente fuera especial.

Cuando llegué a mi primera clase percibí el estupor. Era el único hombre en un aula compuesta por otras 24 mujeres. Percibí los suspiros de admiración y también las miradas de desconfianza. De una cosa estoy seguro: a nadie le resultó indiferente que yo estuviera ahí. Lejos de intimidarme me pregunté cómo se hace para sobrevivir en un ambiente que se suponía debería haber estado integrado exclusivamente por mujeres.

Debo admitir que no me fue nada mal. Me divertía muchísimo. Todos los jueves de mañana, lentamente comencé a aprender muchas cosas de mujeres que no conocía. A escuchar experiencias de partos de otras mujeres. Saber lo que es un parto. A pesar de tener dos hijos, no estuve en ninguno de ellos. En esos tiempos no dejaban en los hospitales en Israel acompañar a la mujer en una cesárea. Y fueron dos.

Me divertía mover mi pelvis, imaginar mi útero y mi vagina haciendo el trabajo. Pujando, respirando, moviendo la pelvis en un contoneo tan sensual como extravagante para encajar al bebé, realizar voces, gritar. Entrenábamos todas (sí, dije todas) para el gran día, el día que cada una de nosotras iría por primera vez a asistir a una mujer en el paritorio como voluntaria y practicante en el Hospital Meir de Kfar Saba, Israel.

¿Cómo fue tu primer parto?

El 16 de enero de 2000 asistí a mi primer parto. Y al segundo también. En el mismo momento que me disponía a escribir esta frase sentí un estremecimiento, el mismo que siento cada vez que recuerdo aquella mañana. Llegué a las 7:00 al hospital para completar un turno con nuestra instructora hasta las 12:00. Fuimos dirigidos por una matrona a una sala donde había una chica joven, israelí, judía, rubia y pecosa, ya con 8 centímetros de dilatación. Era cuestión de tiempo. A las 11:00 nació la niña. Fue como tocar el cielo con las manos.

Ver a una niña nacer. Estar allí. Presenciar la ternura y el poder volcánico del momento. Ver a la mujer morir y resucitar, estallar y renacer, explotar de dolor y euforia en el preciso instante del nacimiento. Mientras miraba aquella escena, sentí cómo las lágrimas salían de mis ojos sin que pudiera controlarlo.

Eso cambió mucha cosas en ti, imagino.

Había vencido el primer obstáculo, ya que la condición para nuestra presencia en el paritorio era la de ser aceptados por la parturienta. A eso le tenía miedo yo. Al rechazo, por ser hombre. Ni ella ni ninguna de todas las mujeres que vinieron después me rechazaron. En realidad, poco tiempo después me di cuenta que mi actitud hacia ellas también había cambiado. Me refiero a la actitud hacia la mujer en general.

Esa misma mañana, y cuando tomábamos un té en la cocina con mi otra colega y con nuestra instructora, vino la matrona a pedirnos ayuda para otra sala. Allí fuimos. Era una mujer árabe musulmana, estaba sola en la sala.

No había pareja ni tampoco lenguaje. No nos podíamos entender con palabras. Ninguno de nosotros sabía nada de árabe ni ella hebreo. Pero eso no fue un obstáculo. Recuerdo que sus ojos pedían cariño, un abrazo, compasión. La abracé con fuerza cuando venían las contracciones y sentí cómo sus manos se asían a mi ropa como si fuera esta el último refugio. Invocaba a Allah y lloraba de dolor. Poco tiempo después parió un hermoso varón.

Sentí que otra vez tocaba el cielo con las manos. Y que simbólicamente había tenido el privilegio de ver nacer un varón y una niña, como a mis hijos a los que no vi nacer. Una niña judía israelí. Un varón musulmán palestino. Algo que me dio a pensar durante mucho tiempo que los seres humanos estamos hermanados por una única naturaleza, un mismo sentimiento.

Estoy llorando emocionada, Mauricio. Tienes tanta razón, nos hermana la misma naturaleza. Sigue contándome de tu trayectoria.

Luego vinieron 46 partos más, la mayoría como doula autónomo trabajando por mi cuenta. En los cuales jamás dejé de emocionarme, de vibrar. Terminé el curso de doulas con Honores y me ofrecieron un cargo como instructor de doulas en el hospital. Pero eso sucedió un mes antes de mi viaje a Dinamarca, donde viví 3 años.

Jamás volví a ser el hombre de antes. No way.

¿En qué te cambió ser doula?

Ser doula me permitió conectar con una parte femenina de la cual no era consciente. De una parte tierna, paciente, dulce. No porque no lo fuera antes. Pero fue diferente. Lo noto en el día a día. Cambió mi lenguaje, cambió mi visión de la mujer. Cambiaron mis códigos de respeto y de valoración.

Si bien soy hombre muy bien definido en su sexo, me he permitido reconocer en público y admitir el poder que ha tomado en mí esa parte femenina.

Cuando estoy con una pareja, puedo sentir las contracciones venir quince segundos antes de que ellas acontezcan. Dirigirme hacia ella, abrazarla, darle fuerza, estimularle a que me devuelva su propia fuerza sintiéndose respetada y protegida. Os preguntaréis dónde está el marido a todo esto.

Si, explícame como se integra el marido en el proceso teniendo un hombre doula acompañando en el parto.

Intento no tomar jamás el lugar del marido en el parto. Todo lo contrario. Hago todos mis esfuerzos por integrarle y casi siempre educarle a que el trato hacia su mujer deberá ser suave y tolerante, que su tacto deberá ser suave y preciso.

Los hombres no hemos sido educados para la maternidad. Ni para la paternidad. No la llevamos dentro. No sabemos lo que es. Ni lo que se vive en esos momentos. Hoy con la vista sobre lo transitado miro cuántos padres he educado que han sabido estar allí de la manera que deben estar. Siento un orgullo muy grande por haber servido como nexo entre hombre y mujer, hacer que el hombre sea el principal colaborador de su pareja. Que sea el propio esposo su doula. No yo.

Si hay algo que me da satisfacción y un sentimiento de plenitud es cuando me siento en una esquina y los veo trabajar juntos, compartiendo ese momento tan mágico como íntimo.

El marido no solamente puede, sino que DEBE estar con su pareja. Si juntos han gestado con amor a ese bebé, juntos también deben estar con el mismo amor para recibirlo.

¿Cómo?

Bueno, eso se puede aprender. Doy gracias a que casi todos (aclaro, no todos) los padres han sabido cooperar con entusiasmo, amor y motivación. El saberse acompañada es importantísimo para la mujer. No solamente respetada, sino acompañada. Querida. Amada. Venerada. El hombre puede y debe aprender a demostrarle a su mujer que él es parte integrante de la familia que en unos minutos se creará en la faz de la tierra.

Es mucho el trabajo que hay que hacer en este sentido.

Si.Con el tiempo fui creciendo como terapeuta, viendo las carencias de educación y preparación para el parto de muchas mujeres. Entendí como reflexólogo que como doula tenía mucho para hacer en ese período. Comencé a preparar parejas para el parto. Y luego, para el trimestre anterior al parto. Y luego, para el embarazo todo. Y luego, para el puerperio. Y luego, para la lactancia. Y luego, preparándolos antes de la concepción. Y todo lo que he aprendido lo he volcado en mis cursos.

Completé mi educación varios años después como Educador Perinatal. Asistí a cursos en el extranjero sobre Parto Activo, especializaciones para doulas en diferentes institutos. Hasta fui invitado para conducir un taller para padres en la Conferencia Europea de Doulas en París en mayo de 2009. Y luego a exponer como ponente en el congreso anual de APEO (Asociación Portuguesa de Enfermeros Obstetras), en el Congreso de Medicina Natural dedicado al embarazo, el parto y la maternidad en Zaragoza, en el congreso de la Associació de Comares de Balears, y muchos otros.

Eres un defensor del derecho de la mujer a un parto respetado, me consta. Pero, ¿puedes contarnos cual es tu posición?

Me convertí en un acérrimo defensor de los derechos de la mujer a un parto respetado y consciente. No soy ni amigo ni enemigo de la epidural ni de la cesárea, ni de la oxitocina sintética ni de la episiotomía. Creo que cada mujer tiene el derecho insustituible y soberano sobre su propio cuerpo para decidir lo que es conveniente para ella en cada momento dado y como doula debo proteger su derecho a elegir con libertad. Pero al mismo tiempo, entreno a la mujer y a su pareja para un parto activo, no instrumentado, haciendo y logrando que la mujer llegue a su parto con una sensación de plenitud, optimismo y confianza, alejando el miedo y dotándose ella misma de autoestima, sabiendo que puede, que el miedo al dolor genera aún más dolor y que la alternativa que seguramente elegirá será instintiva.

Ensayamos muchas posiciones: el parto en cuclillas, sentados en posición de gato, de pie. En todos ellos la pareja lleva gran parte del entrenamiento.

¿Qué aportas como hombre doula?

Saber de mi parte femenina me hace poder hablar mejor con la mujer. Ser hombre me hace poder hablar con su pareja con un lenguaje que él puede entender y que acepta con beneplácito. Esa tal vez sea una de las grandes ventajas de ser doula hombre: sé lograr que el hombre sea parte integral del parto, que la triada sea inseparable. Pero de manera efectiva. Ya que si el hombre molesta sin querer, también le invito cordialmente a no hacerlo haciéndole saber que alguna palabra o alguna conducta es impropia y pidiéndole que no la repita.

Tengo muchas anécdotas de parto. Y lejos de sentirme un intruso en el trabajo de la Matrona, diría que me ha acontecido sólo lo contrario en estos 13 años que llevo como Doula. En muchos partos he estado completamente solo con la pareja, habiendo venido la Matrona sólo para examinar dilatación, colocar el monitor para comprobar que todo iba bien y recibir al bebé. Fuera de ello, me han hecho sentir siempre uno más del equipo. Y yo, como pez en el agua. En el último parto que acompañé, entraron dos matronas a la sala y cuando me vieron dijeron….ah, estás aquí, nos vamos tranquilas. Eso me satisface.

¿Cómo vives el ser hombre doula?

Muchas mujeres aún se alarman cuando oyen hablar de un hombre doula. No me molesta. Muchos hombres me ven como si fuese un bicho raro. Tampoco me molesta. Mi esposa y mis hijos están orgullosos de mi profesión y de la pasión que pongo en ello. Y yo…..también.

Y yo, Mauricio, me siento orgullosa de haberte conocido más, con toda esta sensibilidad y fortaleza que transmites. Siento que eres una parte de una gran revolución que está llevando a los hombres a ponerse, ellos también, en el centro de la vida, del nacimiento, con amor y respeto. Te agradezco mucho el tiempo que nos has dedicado.

Terminamos, y debo confesar que lo hago con lágrimas en los ojos, esta entrevista a Mauricio Kruchik, doula y reflexólogo, que pronto podremos conocer en persona en los cursos que va a ofrecer en España. Espero que nuestros lectores hayan disfrutado leyendo esta entrevista que nos ha mostrado a un hombre y un profesional maravilloso.

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