Los patrones de alimentación de algunos niños entre los 3 y los 5 años de edad son algo inconsistentes. Mi hija Gabriela (5), por ejemplo, hay días que come todo lo que cae en sus manos y otros que rechaza todo aquello que le ofrecemos. A mi esposo y a mí nos ha costado mucho no preocuparnos. Nos preguntábamos si Gabriela estaría comiendo “lo suficiente”.
La pediatra nos explicó que, independientemente de que a nuestros hijos les guste comer más o menos, tendrán a esta edad preferencias específicas por determinados alimentos, y es posible que éstas cambien de un día para el otro. Nos sugirió que, por muy desconcertante que nos pareciera el hecho de que nuestra hija despreciara un alimento que le encantaba hacía sólo dos días, sería mejor que no hiciéramos de ello una montaña. En síntesis, nos recomendó que permitiéramos que Gabriela eligiera entre la oferta de alimentos disponibles, animándola también a probar alimentos nuevos, ofreciéndole pequeñas cantidades en lugar de insistir para que coma.
La pediatra también nos propuso algunas indicaciones generales para detectar si nuestros hijos comen “lo suficiente”. Tomamos nota y aquí las compartimos con ustedes. * Es conveniente ofrecer cantidades reducidas y darle más sólo si el niño lo pide. He aquí algunas cantidades “a la medida” de un niño de esta edad: medio litro de leche o jugo de frutas; ½ taza de requesón o yogur; 60 gramos de carne de hamburguesa; 1 tostada; 4 cucharadas de verdura; ½ taza de cereal; 60 gramos de pollo; 1 cucharadita de margarina.
No es recomendable que el niño pique demasiadas veces entre comidas; si esto sucede, es mejor ofrecerle alimentos sanos en lugar de refrescos, dulces, repostería o alimentos demasiado salados o grasosos. Picar entre comidas no sólo le queta el apetito para las comidas principales sino que también fomenta la formación de caries. Para minimizar el riesgo de formación de caries y evitar que el niño consuma demasiadas calorías, algunas alternativas nutritivas son: fruta y jugos de frutas; palitos de zanahoria, apio o pepino; yogur; tostadas y panecillos de salvado; sándwiches pequeños de pollo; galletas de avena; queso.
No utilizar nunca la comida como una forma de recompensa a la buena conducta.
Asegurarnos de que nuestro hijo tiene hambre o sed cuando nos pide comida o bebida. Si detectamos que lo que quiere, en el fondo, es nuestra atención, abrazarlo, hablarle o jugar con él, pero no utilizar la comida como un sustituto de la atención.
No permitir que el niño coma mientras juega, escucha un cuento o ve la televisión. Si se alimenta de este modo, es fácil que siga comiendo sin darse cuenta a pesar de estar lleno.
Nosotros, los padres, debemos aprender cuál es la cantidad de calorías que contienen los distintos alimentos y controlar la cantidad de calorías que consume nuestro hijo en un día promedio. Un niño de entre 4 y 5 años debería consumir de 900 a 1800 calorías diarias o unas 80 calorías por kilo de peso.
Por último, si nuestro hijo se niega a comer, es muy probable que no tenga hambre. También debemos considerar la posibilidad de que nuestro hijo esté utilizando la comida como una forma de ejercer el control. Sobre todo en los días en que esté muy negativo, se resistirá a cualquier intento de hacerle comer. Cuando esto ocurra, no debemos forzarlo. Hasta en los días de mayor negativismo, no va a morirse de hambre y, si llegara a perder peso, sería muy poco.
De todos modos, si comprobamos que nuestro hijo está muy desganado durante más de una semana o presenta otros síntomas de enfermedad, como fiebre, náuseas, diarrea o pérdida de peso, consultar de inmediato al pediatra.
Más información | Medline: renuencia a comer