Confieso que la primera vez que escuché hablar de “método” para que el bebé durmiera me quedé bastante sorprendida. No podía entender cómo alguien pretendía establecer unas pautas para lograr el sueño de un bebé, como si fuera un método para lograr que las plantas crezcan rápidamente o aprender un idioma en dos semanas.
Lo más sorprendente es que esa persona ni siquiera había tenido a su bebé y ya había leído a Estivill porque alguien le había comentado que era un libro de cabecera para futuros papás. Yo, que tampoco era madre, ahora me alegro tanto de haber seguido mi instinto y no haberme comprado ningún “método”…
No he leído a Estivill, a Ferber, a Sears, a Carlos González, Tracy Hogg o a Mª Luisa Ferrerós en sus intentos de ayudar a los padres con el tema de los sueños infantiles.
Podría pensarse que es porque no me ha hecho falta, porque mis hijas son bastante dormilonas. Quién sabe si tal vez la desesperación por no lograr el propio descanso me hubiera lanzado a la lectura de alguno de esos gurús de la crianza, puede que sí, pero, si os soy sincera, no me veo.
Noches malas he tenido unas cuantas, como todos, y en esos casos “el método” ha sido el mismo: paciencia, paciencia y más kilos de paciencia. Si el niño no se duerme, puede ser por mil y una razones, y si llora estamos en el mismo caso.
La única manera que yo conozco, sin haber leído esos libros que surgen del olvido del instinto, es acompañar a nuestros bebés intentando mantener la calma y calmándolos a ellos, transmitiéndoles nuestra atención, interés y cariño.
No existe un “método” porque cada bebé, cada padre y cada noche son diferentes
Si un método funcionara con los bebés estaríamos ante bebés robots y padres clónicos. Pero ni los niños, ni los padres, ni las circunstancias de cada noche son iguales, por eso no me va a servir un método. “La fórmula” es aquello que te funciona una vez, pero no nos hagamos ilusiones porque puede fallar a la noche siguiente.
Hay muchas razones para atender el llanto del bebé: calmarle, mitigar su miedo o dolor, darle confianza… Saciando su hambre o su sed, calmándoles el dolor, entreteniéndolos, tranquilizándolos, cambiándolos de postura, de pañal, de ropa, cantándoles, arrullándoles, mirando por la ventana con ellos, escuchando música, un cuento, el secador de pelo… puede que el niño se calme y se duerma. No de manera inmediata, probablemente.
Y si esos intentos de calmar al bebé se alargan en el tiempo, ¿se puede acabar esa preocupación, interés y cariño por el niño? ¿Se puede llegar al extremo de la desesperación y el abandono? Son nuestros hijos, quiero pensar que no. Lo que se puede acabar es la paciencia y puede que volquemos nuestros nervios en el niño, lo cual no hará sino empeorar la situación.
Por ello hay que buscar ayuda cuando sea necesario, pedir a la pareja que nos releve, después de un desgaste en cualquier situación no funcionamos igual, y si han pasado muchas horas sin descansar estaremos al límite de nuestras fuerzas.
No se trata de métodos sino de sentido común para que el niño duerma; unas noches nos funcionará un “truco” o otras noches no. Los trucos que funcionan con un niño no funcionan con otro. Y puede que no haya truco que valga, y que el niño no duerma, ni esta ni otras muchas noches. Por eso, lo dicho, paciencia.
Tal vez pasen dos meses, dos años o cuatro, al final el niño dormirá solo, pero puede que se siga despertando, es lo normal, y nos seguirá necesitando porque somos su referencia, su sustento.
Métodos para todo, ¿dónde queda el sentido común?
Alguien de vosotros me comentó una vez que mal andábamos si necesitábamos una guía para enseñarnos a tratar bien a nuestros hijos. Lo mismo pienso yo de este caso: mal vamos si necesitamos un “método” para que los niños duerman.
¿Lo siguiente serán métodos para que coman, o para que no se hagan pis en la cama? Ah, no, perdón, que eso ya existe… Una pena no dejar a los niños crecer y madurar a su ritmo, no entender sus necesidades respecto a los adultos, sus particularidades que los hacen preciosos y únicos.
A todos aquellos padres que han buscado una ayuda en estos métodos, no les culpo porque no son ellos los que pensaron que tenían un problema o que había algo “anormal” en que el niño no duerma como los mayores. Es a lo que esta sociedad desde hace unas décadas nos ha ido acostumbrando: a que después de tener un hijo se puede seguir igual que antes, cuando eso no es así. Afortunadamente.
Y si de paso puedo vender libros y dar conferencias ofreciendo “fórmulas mágicas” a la gente que las demanda, mejor.
No existe la fórmula mágica para todos los niños, solo podemos acompañarlos respetuosamente en sus noches en vela, que desde luego no son intencionadas para “fastidiarnos”. Tenemos que entender que un bebé se despierte por la noche no solo es normal, sino que es sano.
Y yo, a esos futuros padres que han escuchado que no pueden pasar sin el libro de tal o cual autor, les diría que se dejen de métodos para que el niño duerma y escuchen su instinto. Que los niños duermen más o menos y no podemos adiestrarlos en ello.
Fotos | Augustudios y Owlpacino en Flickr
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