Vamos a seguir hoy, un día antes de San Valentín, hablando de amor, de deseo y de sexualidad en las parejas que son padres. Esta vez lo haremos entrevistando a la psicóloga Olga Carmona, codirectora de Psicología Ceibe, con quien siempre es un placer hablar.
¿Cómo mantener la pasión en la pareja cuando llegan los hijos?
En mi opinión, forma parte de la madurez de la pareja como sistema, entender que la vida en común atraviesa por diferentes etapas, está en constante cambio y evolución, por suerte.
Somos seres humanos en construcción, sujetos al cambio que es, sinónimo de estar vivo.
La llegada de los hijos marca un antes y un después en esta trayectoria, donde ambos miembros de la pareja deben entender que ahora la prioridad es el nuevo ser, con imperiosas e impostergables necesidades que sus padres deben satisfacer.
Este un tiempo de respeto, de adaptación, de nuevos roles. Cuando la madre es cuidada, contenida, apoyada y no se le exige que las cosas en el terreno sexual vuelvan a ser como antes de ser padres, la pasión vuelve.
Con otros tiempos, con otras formas, tal vez, pero si el lugar de partida era sexualmente afín y sólido, volverá de forma espontánea y se adaptará a la nueva situación. Solo se trata de aceptar los tiempos, acompañar los cambios y entender que es una nueva etapa en nuestro recorrido vital.
¿Cómo no descuidar la pareja con todas las necesidades de atención que tienen los niños?
Empatizando con ella. Entendiendo cuál es su momento y cuál su necesidad en una etapa tan delicada. Comunicarse es la clave, atender al torrente emocional que se produce en el mundo femenino y a la ruptura de esquemas que se dan en el masculino, tender puentes, conectarse con quienes éramos antes de la llegada del hijo, implicarse en el cuidado del hijo, disfrutar de la nueva situación, vivir el cansancio y las dificultades con la perspectiva de que es temporal.
Insisto en la comunicación empática como clave para que el otro sienta que no está solo, que también está siendo cuidado.
Se dice que los hijos matan el deseo sexual en la pareja, pero, ¿a qué eso no es verdad?
Los hijos no matan nada que no estuviera muerto ya. Los hijos en todo caso dan vida, mucha vida. Su presencia actúa como una lupa gigante donde poder ver nuestras limitaciones y nuestras sombras, pero también el potencial de todo lo bueno que tenemos para ser y dar.
Los hijos dan, los hijos potencian, los hijos nos hacen mejores sin lugar a dudas, si somos capaces de mirarnos con humildad a través de sus sabios ojos.
El deseo sexual solo lo mata el desamor, la falta de respeto hacia el otro, el querer anclarse en una etapa de la vida que ya no es, que ya fue.
Los hijos, ¿unen o separan?
Unen si el caldo de cultivo de la pareja es propicio. Separan si antes de su llegada existían grietas profundas que eran tapadas con la ausencia de conflictos.
La presencia de los hijos, en una pareja sólida, enamorada, con visiones del mundo afines, con un proyecto de vida en común bien armado, suponen la más increíble y milagrosa representación del amor y el vínculo se estrecha a niveles difíciles de transmitir con la palabra.
De la misma manera, en un sistema frágil, basado en las circunstancias puntuales que les unieron, con incompatibilidades vitales innegociables, la presencia de los hijos sitúa a la pareja en una zona crítica que algunas no superan.
¿Las fantasias y los juegos sexuales pueden incluso aumentar con la maternidad al liberarnos internamente?
Durante la etapa de puerperio y lactancia, yo diría que no. La mujer está haciendo nido, está recogida sobre sí misma y su cría y la sexualidad, pasa a un segundo plano. La piel adquiere otros matices y la sensualidad se despliega sobre y para el bebé.
Una vez superada esta etapa, si. Precisamente ahora estoy trabajando en un proyecto en el que entrevisto a mujeres, mayoritariamente madres, para saber cómo y en qué ha cambiado su sexualidad después de ser madres.
Mi percepción es que las mujeres se sienten más plenas, más fuertes, más seguras de lo que quieren y todo eso las hace más libres. Es más, muchas demandan disfrutar de una sexualidad más amplia donde las fantasías y los juegos desde luego, tienen cabida.
¿Cómo recuperar el deseo si este disminuye?
Despacio. Con paciencia. Empezando por disfrutar de la sensualidad que nos ofrece la vida en pareja, sin objetivo ni prisa. Tratando de ir quitándonos el pijama poco a poco y volviendo al vestido.
Reservando algún espacio para la pareja, para redescubrirse, para charlar, para mirarse a los ojos. Cuidando del otro, implicándose ambos en el cuidado de la cría.
Y el colecho, ¿es, como dicen algunos, un síntoma de falta de deseo o un separador de parejas?
Si la pareja no tiene deseo, compartir la cama sin niños no se lo va a devolver. Y si , por el contrario, la pareja disfruta de una vida sexual activa, rica y flexible (esta palabra es clave), el colecho no se lo va a quitar.
El colecho es un placer, para quienes así lo eligen, no una obligación ni parte de un decálogo de pautas para una crianza feliz. Lo que no se hace con placer, no suele servir.
Gracias, Olga, por esta entrevista llena de sensibilidad y en la que nos has dado claves para la sensualidad también.
Ya sabéis, empatía, respeto, complicidad, implicación, esas son las claves para que una pareja con hijos mantenga, renueve, reconduzca el deseo y el placer para lograr una vida sexual y amorosa más plena todavía cuando los hijos llegan. ¡Feliz San Valentín!
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