Hace unos días os traje una entrada en la que explicaba a los futuros padres que en el momento en que tuvieran a su hijo, y a medida que fuera creciendo, se iban a dar cuenta de que el amor que procede de los niños, el cariño que nos brindan, es el más puro, sincero y desinteresado que existe.
Lo hacen así porque son niños, pero los niños crecen, razonan y sienten, y de igual manera que aman, son capaces de sentir el amor de los demás, pero también el desamor. La mayoría de padres les queremos con locura, haríamos lo que fuera por ellos, pero muchos metemos la pata al mezclar churras con merinas, o dicho en cristiano, el amor con los actos, y caemos en la trampa de hacer un chantaje emocional que duele más de lo que creemos. Es el chantaje que les hacemos cuando les decimos "si (no) haces eso, papá no te va a querer", algo que no deberíamos decirles nunca, jamás.
El amor no tiene que ver con el comportamiento
Ellos nos dan su cariño y su amor sin reservas. Quieren estar con nosotros a todas horas y quieren compartir sus vidas con nosotros. Si no fuera así, no llorarían al vernos salir de casa ni nos dirían esas frases que tan tristes nos ponen "pero, ¿por qué tienes que ir hoy a trabajar?", a las que añaden "pues yo voy contigo al trabajo". Nuestra obligación y responsabilidad es demostrarles también nuestro amor, quererles de igual modo, sin reservas y, sobretodo, sin que nuestro amor tenga nada que ver con su comportamiento.
No sé si alguna vez lo habéis dicho, pero seguro que más de una vez lo habéis oído. Un niño hace algo, o deja de hacerlo, y su padre, para tratar de conseguir el objetivo, que es que le haga caso, le dice que si hace algo, o si no lo hace, "papá no te va a querer", mezclando el amor con los actos de los hijos.
¿Amor de quita y pon?
El amor no debe ofrecerse como recompensa ("te quiero mucho, porque has hecho lo que te he pedido") ni debe restringirse a modo de amenaza, como en la frase mencionada. No debe hacerse así porque el amor y el cariño debe estar por encima de todas las cosas. Nuestros hijos deben saber que esto es inamovible, que les queremos y les querremos hagan lo que hagan. De hecho, es muy importante que lo sepan cuando todo va bien, y es muy importante que lo sepan cuando tenemos que actuar y hablar con ellos, cuando han hecho algo mal y les tenemos que corregir, cuando queremos que modifiquen algún comportamiento.
No quiero decir con esto que tengamos que decirles que les queremos y luego lo que nos molesta: "te quiero mucho, pero me gustaría que dejaras de hacer esto, porque si lo haces...", sino simplemente no decir nada relacionado con el cariño o el amor en esos momentos. Al no decir nada no lo estamos tocando, ni para bien, ni para mal, no lo estamos mezclando con sus actos, ni con las consecuencias, ni con que todo acabe bien, mal o peor.
Si empezamos a mezclar amor con peticiones, si amenazamos con retirarlo o con darlo si hacen lo que queremos que hagan estaremos creando el amor de quita y pon, que no es más que un falso amor que se mueve por el interés y que no nace del corazón, sino de nuestra cabeza, de conseguir lo que queremos o de no conseguirlo. De igual modo que nosotros jugamos a amarles a intervalos, ellos también pueden acabar por utilizar el amor de quita y pon, ese en el que nos querrán si les complacemos, y no lo harán cuando no lo hagamos.
El amor debe ser intocable e imborrable
Es obvio que habrá muchos momentos en los que no sintonicemos con nuestros hijos, en los que ellos tiren para un lado y nosotros para el otro. Sucede a menudo, sucede entre los adultos, sucede entre los niños y sucede entre padres e hijos. Unas veces la discusión será un diálogo y otras veces uno de los dos perderá la paciencia y el diálogo acabará con uno de los dos queriendo zanjar el asunto con voces más altas. Es ley de vida, es aprendizaje, es negociar, es romper con todo para otro día quizás retomarlo y llegar a un acuerdo. Así se crece, así se negocia, así se enriquecen las dos partes, porque unas veces ceden unos y otras veces ceden otros.
Todo esto sucede y en todo ello no tiene que ponerse el amor en duda, nunca. Y digo nunca porque en más de una ocasión tendremos que decir "No" a nuestros hijos, y lo último que debe entender es que al decirles no les estamos dejando de querer. De igual modo, ellos no tienen que aprender que su cariño hacia nosotros puede ser frágil, como el que les hacemos entender que es el nuetro. No deben aprender a amar de manera condicional, porque entonces su amor ya no será puro, sino ese falso amor o cariño que mueve a tantos adultos que en sus relaciones personales sólo buscan el beneficio propio.
Su autoestima en peligro
La autoestima es la imagen que uno tiene de sí mismo, que tiene mucho que ver, pero mucho, con la imagen que los demás tienen de uno, o mejor dicho, tiene mucho que ver con cómo cree una persona que los demás le ven o cuán importante es para ellos.
No es lo mismo para un niño ser querido por sus padres y saberse querido, que ser querido y creer que ese amor pende de un hilo muy fino que cualquier día puede romperse. Esto resta confianza en uno mismo y hace vivir con miedo y con poca seguridad, porque como sabéis, los niños no siempre toman las mejores decisiones y en ocasiones meten la pata hasta el fondo, pero no siempre lo hacen con maldad.
Cuántos niños pensábamos de pequeño "no es justo" cuando nos castigaban por algo que habíamos hecho sin querer, o que habíamos hecho sin saber que estaba mal. De hecho, a veces nos castigaban por cosas que un día estaban bien, o no pasaba nada por hacerlas, y otro día, porque el criterio del adulto había cambiado, estaban mal. Actuaciones así nos desorientaban muchísimo. Pues imaginad qué hubiera sucedido si el querernos o dejarnos de querer hubiera ido entremezclado en ello.
Foto | Chris_Parfitt en Flickr En Bebés y más | Oportunidades para aumentar la autoestima en el niño, Enseñando autoestima, La autoestima de los niños: apego y límites