Hace unos días os decía que para criar a un niño hace falta una tribu, pero que en la mayoría de familias estamos solos los padres haciendo lo que buenamente podemos y más, y me encuentro con que hay países como Japón en los que, o tienen más tiempo que nosotros, o dejan de hacer otras cosas para dedicarle un buen ratito, cada día, a preparar el almuerzo de los niños.
Lo comento porque al parecer hay madres y padres que se dedican a hacer de la hora del almuerzo de los niños un momento de “recreo”. Cada mañana, cuando un niño japonés abre su fiambrera se encuentra con una pequeña obra de arte comestible que tanto puede ser un paisaje o alguno de sus personajes preferidos de dibujos animados como una historieta o la imagen de un cantante.
El objetivo de las madres japonesas es conseguir que sus hijos coman de manera saludable y que, además, coman bastante de lo que les han preparado. Por eso, ni cortas ni perezosas, dedican un buen rato cada día a crear platos visualmente llamativos que sorprendan a sus hijos y les inciten a probar bocado.
Si os fijáis en el vídeo veréis que incluso hay cursos para aprender a hacerlos, y es que algunos almuerzos necesitan un mínimo de conocimientos para ser elaborados. También podréis ver que llega a plantearse la pregunta de si, con tanto trabajo y dedicación, y al ser algo tan visual y del gusto de los niños, no se generará entre las madres y entre los niños un clima de competición para ver quién hace el mejor desayuno o el más sorprendente. Según cuentan sí se nota un poco esa presión, pero es difícil criticar algo que tiene como objetivo que los niños lleven una dieta equilibrada.
En lo que respecta a nuestros niños españoles, ahí seguimos y ahí seguiremos, básicamente porque para que hagamos semejantes desayunos tienen que suceder varias cosas que dudo mucho que lleguen a darse: que las madres o padres tengamos más tiempo para hacer estos desayunos, que nos concienciemos de que nuestros hijos tienen que llevar una dieta más equilibrada, concienciándonos también nosotros de que debemos llevarla, que seamos capaces de hacer estos desayunos y finalmente que podamos conseguir que el niño no corra con la mochila al entrar al colegio para que, al abrir la fiambrera, no se encuentre al Ecce Homo de Borja en vez de a Bob Esponja.
Vía | Pequelia
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