Cuando el bebé cumple seis meses se recomienda empezar a ofrecerle comida para que poco a poco vaya probando alimentos que no sean leche y vaya empezando a comer, cada vez más, como comemos los mayores.
Siempre se recomienda que la comida sea hecha en casa, por aquello de que la comida de casa siempre será más sana que la comida preparada. Todos damos por hecho que no es adecuado alimentar a un bebé con tarritos o potitos, que tienen el papel de salvar a los padres de una eventualidad (“como no me ha dado tiempo, hoy le damos un potito”).
Sin embargo, un estudio que compara los tarritos con una papilla comercial concluye que no existen diferencias relevantes en el perfil nutricional de todas las papillas analizadas y que es indiferente que un niño coma una u otra cosa.
Cómo hicieron el estudio
Para hacer el estudio, los investigadores cogieron tarritos de tres de las marcas más conocidas de España (con ventas calculadas del 58, 28 y 11% cada una) a base de carne de cordero, ternera y pollo. A la vez, elaboraron purés caseros con la misma receta que la utilizada por los fabricantes. Los ingredientes fueron comprados en distintos mercados y supermercados de Murcia y se hicieron mediante una olla a presión y mediante una Thermomix, envasándolos luego en recipientes de vidrio con tapa metálica.
Una vez hechos los caseros los analizaron todos con diversas pruebas para conocer la humedad del preparado, el contenido en macronutrientes, el contenido energético, la cantidad de sodio y el perfil de ácidos grasos de cada comida.
Quién hizo el estudio
Aquí viene el gran “pero” a las conclusiones obtenidas, y es que el estudio lo realizó el Departamento de Tecnología de los Alimentos, Nutrición y Bromatología de la Universidad de Murcia, el Servicio de Pediatría del Hospital La Fe de Valencia y el Instituto de Nutrición Infantil Hero Baby.
Como hemos dicho, los tarritos analizados provienen de tres marcas diferentes (no mencionadas), siendo una, casi seguro, Hero. Como a Hero le interesa (imagino) que este estudio diga que es indiferente dar potitos o comida hecha en casa, se añaden dos marcas más con la intención de hacer más transparente el proceso.
Sin embargo, no deja de ser molesto y no deja de provocar desconfianza que entre los participantes de un estudio que debe decir si los tarritos con iguales, mejores o peores que la comida casera, se encuentre un fabricante de tarritos.
Los resultados
Tras analizar todas las comidas, los investigadores concluyeron que tanto los purés caseros como los tarritos comerciales tenían un perfil nutricional adecuado, acorde con los rangos recomendados por las sociedades de nutrición, con algunas variaciones en el contenido proteico y en la cantidad de sodio, que podría ser inadecuada en los purés caseros.
En pocas palabras, toda la comida analizada presentó un contenido en macronutrientes y en energía parecido y siempre dentro de las recomendaciones. La variabilidad en cuestión de proteínas que se observó se asocia al uso de diferentes piezas cárnicas y a la cantidad añadida a la hora de hacer las papillas, por lo que no dan importancia a este hecho.
En relación al contenido en sodio, mayor en los purés caseros, se debe al hecho de añadir sal al puré (y culpa de copiar la receta de los tarritos, que llevan sal) y avisaron de que haciendo el puré casero corremos el riesgo de pasarnos con la sal. Por suerte, casi nadie añade sal a los purés porque siempre se recomienda no poner sal hasta que el bebé tenga al menos un año de edad.
Añadieron además que, gracias al proceso de elaboración de los potitos, el perfil nutricional en el producto acabado es más homogéneo y controlado, al haber un proceso de elaboración que se repite siempre (vamos, que los padres, al hacerlo en casa y siempre “a mano” corremos más riesgo de hacer variaciones demasiado acusadas en la receta y, como consecuencia, en la papilla).
Como comentario al estudio, no dudo que los potitos son cada vez más sanos, pues cada vez añaden mejores ingredientes y controlan más el proceso, sin embargo sigo pensando que como en casa en ninguna parte, pues podemos adaptar la cantidad a la que come nuestro hijo, podemos variar la textura para que coman trocitos y podemos eliminar los ingredientes que no le gusten y añadir otros que no aparecen en los potitos, por ejemplificar.
Cuando os digan que los últimos estudios dicen que es lo mismo darles papilla casera que papillas comerciales sabed que se están refiriendo muy probablemente a este estudio, que puede estar diciendo la verdad, porque como digo cada vez ponen más esmero en hacer una receta sana, pero que puede también estar “amañado”, por el conflicto de intereses evidente de uno de los colaboradores.
Más información | Acta Pediátrica
Foto | benklocek en Flickr
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