Ayer hablamos de uno de los decálogos más conocidos entre los padres, porque corre por internet desde hace años, con diez consejos para hacer de nuestros hijos unos delincuentes. Se dice que fue redactado por la Dirección General de la Policía de Seattle, en Washington (EE.UU.), aunque desconozco si es cierto.
También lo he visto firmado por el conocido juez de menores Emilio Calatayud, aunque si viene de Seattle difícilmente será de su autoría, y eso que casa bastante con el lenguaje con que se expresa este señor.
El caso es que dicho decálogo pretende mostrar los diez fallos más garrafales de los padres, que harán de nuestros hijos unos delincuentes en potencia y, como comenté ayer, algunos de los consejos pueden matizarse y dotarse de contenido, para que no sean mal entendidos y uno en concreto, que debería formar parte del decálogo, no está presente. Tras hablar de cinco de dichos consejos, hoy trataremos los cinco restantes y el consejo número once, el que debería estar el primero y sin embargo no se ha mencionado.
6. Discutid siempre delante de él
Dice el sexto consejo que los padres debemos discutir siempre delante de los niños, para que cuando la familia esté destrozada él haga ver que no se da cuenta.
La verdad es que estoy más o menos de acuerdo, siempre que hablemos de una discusión más o menos fuerte, de esas cuyas críticas son destructivas y que acaban con “platos rotos”. Si en cambio hablamos de discusiones o desacuerdos en los que los padres mantenemos la compostura, pero sin llegar a acuerdos o tratando de llegar, pues no veo demasiado problema.
En la vida hay que saber ganar y hay que saber perder, hay que saber que a veces los demás estarán de acuerdo contigo y que a veces no lo estarán, porque unas veces tendrás razón y otras veces no.
Para que los niños aprendan a dialogar y a negociar, a defender sus argumentos y a aceptar la derrota, a ver cómo los demás ceden ante una petición suya o a ceder cuando tienen que hacerlo no tiene por qué ser negativo ver a los padres discutir (ya digo, refiriéndome a discutir como a realizar críticas más o menos constructivas, debatir, argumentar, buscar consensos,...).
7. Dadle tanto dinero como quiera
Dice el séptimo consejo que tenemos que darle a nuestros hijos todo el dinero que quieran, para que no sospechen que para disponer de algo tiene que trabajar.
No es un mal consejo, aunque podría ser un poco difícil de cumplir (como dije ayer, no todos los padres, ni mucho menos, pueden dar a sus hijos todo el dinero que quieren). En cualquier caso, no está mal que desde pequeños sepan de dónde vienen las cosas que entran en casa, cuál es el sentido de trabajar (“¿Sabes dónde va papá (mamá) todos los días? ¿Sabes para qué?”) y cómo funciona esto de intercambiar dinero por comida, juguetes, ropa, luz, agua, etc.
Un “cariño, esto cuesta mucho dinero, no podemos comprarlo”, suele obrar maravillas. Lo importante es que luego no vengamos nosotros a casa con otra cosa que cuesta mucho dinero, que al parecer sí podemos comprarlo y que resulta que no necesitamos (digo que es importante porque debemos ser coherentes con nuestras palabras).
8. Satisfacedle todos sus deseos
En el octavo consejo se nos dice que debemos satisfacer todos los deseos de nuestros hijos en el comer, el beber, la diversión, el confort... o de lo contrario será un frustrado.
No sé muy bien a qué se refieren con el comer, beber, diversión,... pero vamos, como todo, aplicando un poco de sentido común, se tira p'alante. Los niños tienen gustos y preferencias como los adultos, así que si nosotros podemos elegir qué comer (si vamos a un restaurante, por ejemplo), ellos deberían poder elegir también. Si en casa hemos hecho un plato que no les gusta y no lo quieren comer, cada madre que decida.
A mí no me importa cambiar una comida por otra que les guste más, porque de hecho yo lo hago también (si el primer plato no me gusta, como poco y más del segundo, y si estoy en mi casa, directamente como lo que me gusta... no me voy a poner a cocinar algo que odio, por supuesto).
Así que si mis hijos me dicen que a) no les gusta y que prefieren b), pues les doy b), o preparamos un plato a) y uno b), que serán el primer y segundo plato, ofreciendo primero a) y cuando se han cansado de mirarlo o de probar algo por propia iniciativa, se les da b). De todas maneras, cuando los padres no ponen mucho énfasis en que los niños prueben a), cuando no hay premios ni castigos o cuando nadie ha insistido demasiado, los niños acaban comiendo a) algún día.
En mi casa, por ejemplo, nadie ha insistido nunca en que coman verdura y mis dos hijos comen verdura cuando hay y casi cada noche una ensalada. No es que coman mucha cantidad de verdura, porque en general comen poca cantidad de todo (con la crisis nos viene hasta bien - es broma -), pero se la comen tranquilamente, sin malas caras ni sin sentirse presionados, porque saben que cuando no quieren más pueden comer otra cosa. Cuando sean más mayores y conozcan las verdaderas propiedades de las verduras, seguro que comerán más de eso que no está buenísimo, pero que tampoco está tan mal.
Con lo demás, pues lo mismo. Los niños deben poder elegir y escoger muchas cosas porque la vida está llena de elecciones y, ellos tienen que aprender a tomar sus propias decisiones aún a riesgo de equivocarse. ¿Cómo si no van a elegir el día que verdaderamente sea importante hacerlo?
Ahora bien, elegir no tiene que suponer hacer de tus padres unos esclavos, porque una familia no puede girar alrededor de un niño (hablo de un niño de 3-4 años en adelante, que ya es capaz de pedir lo que quiere en cada momento).
9. Dadle siempre la razón
Dice el noveno consejo que debemos darle a nuestro hijo siempre la razón, ya sean los profesores, la gente, la ley... sin embargo no creo que esto sea posible y no creo que unos padres lleguen a dar siempre la razón a un hijo. Si sucede, mal van, por supuesto. La razón hay que dársela a los niños cuando la tengan, pero cuando no la tengan, pues no. Simple, muy simple, es lo que se hace con los adultos también, ¿no?
10. Cuando ya sea un desastre, proclamad a los cuatro vientos que no habéis podido hacer nada por evitarlo
A modo de conclusión, se nos dice que cuando nuestro hijo sea un auténtico desastre, digamos que hemos hecho todo lo posible, pero que este niño es imposible. Así tiraremos la toalla y dejaremos al niño en manos de quien sea, menos las nuestras, para que pase lo que tenga que pasar.
No sé si es fácil llegar a tener o no un niño delincuente (quizás siguiendo algunos de los consejos comentados lo consigamos, quizás no), el caso es que los padres son padres toda la vida y cuando un niño tiene comportamientos problemáticos está demostrando que, realmente, hay un problema. Es trabajo nuestro, de los padres, tratar de buscar ese problema y solucionarlo.
Si lo dejamos en manos de los profesores, si nos desentedemos o si no cambiamos aquello en lo que nos estamos equivocando, podría ser que un día llegáramos a ese punto de “este niño es imposible”, como si hubiera nacido así y nosotros no hubiéramos tenido nada que ver.
11. No creéis una relación de confianza con vuestro hijo
El once es mi queja a este decálogo. ¿Dónde demonios está este consejo que debería ir el primero de todos? ¿No está? Pues lo pongo yo.
Si queréis que vuestro hijo sea un delincuente en potencia, o si queréis que simplemente haga lo que quiera, sin contar con vosotros, no creéis una relación de confianza con vuestro hijo. No habléis con él, dejad que juegue siempre solo, idos de vacaciones sin él, alegraos cuando llegue septiembre y empiece el cole y hacérselo saber explicándolo a todo el mundo (“qué ganas tengo de que empiece el cole”), no le preguntéis por sus problemas, no queráis saber por qué está enfadado, de hecho, no le dejéis que se enfade ("ya vale de tonterías"), no le dediquéis el tiempo que merece, decidle siempre a la gente, y si es delante suyo, mejor, lo mal que se porta y lo difícil que es vivir con él, no le hagáis mucho caso cuando os llame y enfadaos con él cuando, cansado de llamaros, haga alguna travesura para que le prestéis atención, castigadle en su habitación y, si puede ser, que sea sin dar muchas explicaciones, utilizad frases como "porque sí, y punto" o "porque lo digo yo" y así conseguiréis, con todo ello, que vuestro hijo se aleje mucho, mucho, de vosotros.
Así, cuando crezca con un enorme vacío emocional, ese que vosotros debíais llenar y nunca llenasteis, buscará fuera alternativas que sacien su sed de emociones, a veces de manera coherente y a veces de manera incoherente, quizás hasta peligrosa y feroz, pero tranquilos, nunca os enterareis del "qué" (al menos no por su boca) y mucho menos entenderéis el "por qué".
Ah, y no os preguntéis por qué vuestro hijo adolescente no os habla, ni por qué no os hace ni puñetero caso, porque la respuesta será tan clara que no sabréis ni verla: “no os hago caso, papá y mamá, porque vosotros nunca me lo hicisteis. Siempre teníais algo mejor que hacer. Siempre había cosas que iban antes que yo. No vengáis ahora a hacer el papel de padres preocupados.”
Vía | Mujer hoy Fotos | GerryT, Kris Mouser-Brown en Flickr (CC) En Bebés y más | El 17% de los niños y adolescentes tienen trastornos de conducta, Por qué algunos niños de hoy en día acaban siendo adolescentes problemáticos, Prevenir la delincuencia desde el vientre materno