Contrario a cualquier pronóstico, atravesando las semana 20 de embarazo nos confirmaron al 90 % que esperamos otra niña.
Esta vez fallaron todas las predicciones. A mi instinto de madre se le atrofió totalmente el olfato en este embarazo, aunque en el anterior también. Se ve que no soy buena como adivina de sexos.
La eco de la semana 16 tampoco acertó, ya que lo que se creía que podrían ser “sus partes” al parecer era sólo el cordón umbilical. Y por último mi madre, que es medio bruja, decía que sus cartas de tarot le aseguraban que era un niño.
Pues bien, todos se han equivocado. Lo único certero fue la ecografía de la semana 20 que sorpresivamente para todos, menos para el padre que ya está armando su propio harem, reveló que el bebé que viene en camino es una NIÑA. Nos pilló tan desprevenidos la sorpresa que las divagaciones sobre nombres de varón pasaron a ser discusiones sobre nombres de mujer, de los cuales todavía no habíamos barajado ninguno. (Se aceptan sugerencias)
No puedo negar que estoy supercontenta de tener otra niña. Por un lado, con el niño me aseguraba “la parejita”, pero por otro lado se va a llevar poca diferencia de edad (25 meses) con su hermana mayor y podrán ser buenas amigas, eso espero.
Ojala a la mayor no la carcoman los celos más de lo previsto tratándose no sólo de un bebé que le quitará el reinado, sino de “una” bebé.
De todos modos, en algún momento de mi vida quisiera vivir la experiencia de ser madre de un varón. Aunque eso no se puede elegir, por más que mi suegra diga que si hacemos los deberes se puede dar.
El próximo embarazo cuando todo indique que es una niña, tal vez venga el varoncito. Y sino, hasta el machito no paro, aunque mi marido no apoya la moción.
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