La fertilidad ha sido siempre objeto de devoción, y así lo demuestran las múltiples diosas que la encarnaban. Astarté era la diosa de la fertilidad y el amor ya en la antigua Mesopotamia, que pasó a fenicios, a los sumerios como Inanna, a los acadios como Ishtar y a los israelitas Astarot (Asera o Ashêrâh).
Representaba el culto a la madre naturaleza, a la vida y a la fertilidad, así como la exaltación del amor y los placeres carnales. La representación de esta diosa es profusa en numerosos objetos ornamentales y votivos (cerámicas, joyas...), lo cual denotaba la gran devoción de las gentes en épocas pasadas, muchos siglos antes de Cristo.
La imagen que precede estas líneas es muy reciente, se trata de una pintura de 1877 de Rossetti. Pero en la Antigüedad se la suele representar desnuda, con senos y abdomen prominentes, como corresponde a la tradición asociada a la fertilidad.
La diosa, relacionada con el planeta Venus, fue venerada por los cananeos, los filisteos y los fenicios... y tuvo templos erigidos en su honor, como los de Ashkelon y Bet Shean. Tambián Salomón le erigió uno en Jerusalén, que perduró cuatrocientos años.
Con el tiempo Astarté, la diosa de la fertilidad, se tornó en diosa de la guerra y recibía cultos sanguinarios de sus devotos. Después se la solía representar desnuda o apenas cubierta con velos, de pie sobre un león.
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