Parece mentira que haya vuelto a suceder. Mejor dicho, ha saltado a las noticias, pues estoy convencida que situaciones similares suceden cada día en cualquier lugar del mundo aunque no salgan a la luz.
Una madre echada de un restaurante o una obligada a bajarse de un avión a punto de despegar por dar el pecho en público a sus respectivos hijos son algunos de los casos de los que nos hemos hecho eco para demostrar que gente absurda nos la podemos encontrar en cualquier sitio.
El último caso que conocemos es el de una madre de Vancouver (Estados Unidos) a quien una azafata de vuelo le ha sugerido que se tapara el pecho ofreciéndole una manta para cubrirse mientras alimentaba a su bebé.
La madre ha dicho que se había levantado discretamente la camiseta para amamantar a su bebé que tenía hambre. Vamos, lo que cualquier madre que amamanta hace cuando su bebé tiene hambre. No creo que ninguna mujer busque la exhibición, sino simplemente satisfacer las necesidades de su hijo.
Naturalmente, la mujer se ha sentido ofendida y está planteándose interponer a WestJet, la compañía por la que viajaba, una denuncia por actuar en contra de los derechos humanos.
No es fácil hacer entender que amantar es un derecho de la madre y del bebé. La madre tiene derecho a dar el pecho a su bebé dónde le plazca y desde luego el bebé tiene derecho a comer cuando tiene hambre (¡faltaba más!), le da igual que sea en su casa, en una tienda o en un avión a miles de pies de altura.
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