Un día en el cerebro de una madre: las cosas que hacemos, nadie nota y nos tienen eternamente cansadas
En Bebés y más hemos aprovechado distintas ocasiones para hablar acerca del trabajo invisible que realizan millones de madres cada día, esas pequeñas cosas que parecieran ser solamente responsabilidad de ellas y que pocas personas valoran.
Aunque muchos padres se involucran en la crianza y cuidado de los hijos, lo cierto es que aún hay algo que continúa recayendo únicamente en las madres: la carga mental. Te compartimos cómo es estar un día en el cerebro de una madre, donde están todas esas cosas que hacemos, nadie nota y nos tienen eternamente cansadas.
El trabajo invisible
Hace tiempo compartía un estudio en el que se analizaba e ilustraba cómo afecta de forma negativa el trabajo invisible de las mujeres en su salud emocional y psicológica. Pareciera que no es gran cosa, pero ese trabajo invisible y la carga mental diaria que llevamos, es la que nos tiene en un eterno estado de cansancio.
Y es que a pesar de que actualmente las responsabilidades físicas de la crianza y el hogar se compartan en pareja, hay muchas tareas que continúan recayendo únicamente en nosotras, especialmente cuando se trata de la organización del día a día de nuestra familia.
Desde la planeación de los horarios y actividades de los niños, la lista mental del súper cuando notamos que algo está por terminarse en casa, así como las citas médicas de la familia y los pendientes que hay dentro del hogar, nuestro cerebro no descansa en todo el día.
Y para que otros puedan entender mejor por qué estamos eternamente cansadas, he decidido mostrar cómo es un día en el cerebro de una madre, pues aunque no se note ni se valore, organizar y planificar es un trabajo de tiempo completo que requiere de toda nuestra atención, y por lo tanto, influye en nuestros niveles de energía.
Desde luego, debo aclarar que esto está basado en mi experiencia personal y en lo que he comentado con otras amigas que son madres, por lo que quizás no es idéntico en todos los casos, ya que cada madre es un mundo y tiene diversas actividades: algunas trabajan fuera de casa, otras son madres de tiempo completo, algunas tienen solo hijos pequeñitos, mientras que otras tienen bebés y niños mayores o adolescentes.
Lo importante y el objetivo de este artículo es mostrar cómo y por qué, independientemente del estilo de vida que tengamos, las madres en general no dejamos de pensar, planificar, organizar y revisar pendientes, desde que abrimos los ojos al despertar, hasta que volvemos a colocar la cabeza sobre la almohada para dormir.
Un día en el cerebro de una madre: desde que se despierta...
Suena la alarma y siento que no he descansado nada. Pero es hora de despertar y si no comenzamos a prepararnos con tiempo, terminaremos haciendo todo a la carrera y corriendo hacia la puerta para alcanzar a llegar a tiempo a nuestros respectivos destinos.
Como cada día, me quedo unos minutos recostada en la cama, pensando en la lista de cosas que debemos hacer hoy: además de lo usual, por la tarde el menor tiene cita médica y la mayor tiene su clase de danza. Creo que ya toca ir al súper, debo revisar la alacena para ver qué nos falta. Pero primero, hay que despertar a los niños y comenzar a alistarlos.
Me levanto de la cama y hago mi rutina matutina usual antes de que todos despierten, pues es uno de los momentos más tranquilos del día y me gusta aprovechar estos minutos para hacer algo para mí. Mientras, papá despierta a los niños y así comienza en casa la preparación diaria para ir al cole.
Niños aseados y vestidos, desayunando lentamente. Ahora, a marcar la lista de pendientes antes de salir de casa: almuerzo listo, mochilas junto a la puerta y siento que olvido algo... ah sí, el proyecto de fin de semana que hay que entregar hoy. Todo listo. El menor ha derramado su leche, pero por fortuna no se ensució. A lavarse los dientes. Salimos apresurados de casa (como casi todos los días), pero llegamos a tiempo a nuestros destinos.
...durante el transcurso del día...
Mientras preparo la comida me doy cuenta que se nos está terminando el pan y ya no queda fruta para las meriendas. Iré más tarde al súper para comprar eso y ver si nos conviene cambiar la marca del detergente, el último que compramos no rindió tanto como esperaba.
Camino al baño y paso por el salón, donde hay algunos juguetes que quedaron fuera de lugar tras la intensa tarde de juego que tuvimos ayer. Los recojo para llevarlos a la habitación de los niños, y recuerdo que debemos comprarle pantalones nuevos al menor, pues los que tiene ya comienzan a quedarle algo cortos.
Ya falta solo un mes para el cumpleaños de la mayor, necesito hablar con ella para ver si sigue en pie su idea de tener temática de Frozen para la fiesta y comenzar a planificar todo lo necesario: comida, decoraciones, pastel... sin volvernos locos, claro. Según lo que escoja, buscaré algunas ideas en Pinterest para ver qué puedo hacer yo misma.
¿Regué las plantas de afuera? Voy a suponer que sí, las últimas que tuvimos terminaron muriendo porque les puse demasiada agua. Ya está cambiando el clima, necesito comenzar a sacar la ropa de invierno y guardar la de verano. ¿Qué día cambié las sábanas? Creo que el domingo. Pondré una lavadora con ropa blanca, que parece que nunca terminamos de lavarla.
Dejo a la mayor en clase de danza y nos vamos el menor y yo a su cita con el pediatra. Menos mal que ambos horarios se acomodaron y no queda tan lejos un sitio del otro. Aprovecharé para preguntar cuándo son las siguientes vacunas a la mayor, me parece que ahora que cumple años ya estará en edad de un refuerzo y no quiero que se me pase. Espero no tardemos demasiado para alcanzar a ir al súper antes de que termine la clase de danza.
...y hasta que todos duermen (pero ella sigue activa)
Después de que los niños juegan un rato y la mayor termina los deberes junto a papá, llamo a todos para sentarnos a cenar en familia. Mientras hablamos acerca de cómo estuvo nuestro día, recuerdo que tengo que doblar la ropa de colores que lavé ayer y que los niños deben llevar pasado mañana una camiseta azul para la actividad del cole.
Cambiados y con sus dientes limpios, acompañamos a los niños a su habitación para leerles un cuento antes de dormir. Tras unos cuantos minutos de plática, su repentina sed insaciable antes de dormir y otras peticiones "urgentes" de último momento, finalmente se duermen. Salimos silenciosamente de su habitación y comienzo mi ritual nocturno de revisar que no se nos haya olvidado dejar listo todo para la mañana siguiente.
Terminamos de limpiar la cocina y guardo lo que hacía falta de las compras de hoy en la alacena. Me doy cuenta que se nos ha terminado la pasta pero no lo había notado, mañana volveré al súper porque a los niños les encanta. Nos preparamos para dormir y le cuento a papá cómo le ha ido al menor en su cita con el pediatra. Hablamos de nuestro día y nos damos las buenas noches.
Él se duerme casi al instante, pero yo no puedo evitar quedarme unos minutos más pensando en los pendientes del día de mañana. Debo recordarle temprano que ya debemos pagar el recibo de la luz, creo que no se le ha olvidado pero es mejor asegurarse. ¿Puse la ropa blanca en la secadora? El próximo verano deberíamos inscribir a los niños a clases de natación...
La carga mental podrá ser invisible, pero es agotadora
Como lo he aclarado en otras ocasiones, ésta no es una queja ni se trata de decir que las madres somos las responsables de todo y nadie hace nada más. Hay millones de familias en donde padres y madres hacen equipo y trabajan juntos por la crianza y cuidado de los hijos.
Sin embargo, la carga mental, que es algo que continúa recayendo principalmente en nosotras, es algo real que nos puede llegar a afectar de una forma más grande de lo que podrían pensar las demás personas.
Si eres madre y leíste esto, probablemente te identifiques con muchas de las situaciones que aquí he descrito. Pero si no, quizás ahora que sabes cómo es un día en el cerebro de una madre, con todo ese trabajo invisible y poco valorado, puedas entender mejor por qué estamos eternamente cansadas.
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