Este verano he indagado un poco más a fondo en el tema del sueño infantil, y esto ha sido debido a que mi hijo mayor ha presentado algún episodio de ‘insomnio’ (lo entrecomillo porque la frecuencia e intensidad no permitirían que se llamara así desde el punto de vista médico) durante las vacaciones de verano.
Sé que ha estado haciendo mucho calor, y esto puede actuar como detonante, de hecho este verano mucha gente no puede dormir si no se ducha justo antes de ir a la cama. Pero creo que ‘los tiros van por otro lado’, ya que los últimos meses han ocurrido algunos cambios que para la vida de un niño de casi nueve años son importantes.
Es decir por un lado influyen las temperaturas aunque si miro los aspectos emocionales me doy cuenta de que son más determinantes… y si a todo ello añado un ligero desorden en la hora de irse a la cama (ya sabéis, son vacaciones), tengo un niño que está durmiendo menos de lo que necesita, entre otras cosas porque hay días que le cuesta conciliar el sueño.
Todos necesitamos dormir adecuadamente y los pequeños más aún porque afecta a su crecimiento, por eso es importante establecer pautas de sueño antes de que lleguen a la adolescencia que es cuando tienden a dormir menos voluntaria o involuntariamente. Hasta que llegan a los 12 años, los pequeños deberían dormir unas 9 horas y media cada noche, aunque muchos pueden necesitar hasta 11, la cuestión es que cada uno debe ser capaz de regularse, pero para ello la hora de acostarse debe ser siempre la misma. Sé que en vacaciones se hacen muchas excepciones, pero cuando se trata de volver a la rutina, tomemos este asunto en serio.
El cuerpo también necesita las ‘vacaciones’ que le proporcionamos al dormir: el cerebro debe realizar sus ajustes, el hígado ejercitar funciones necesarias que afectan también a otros órganos, el corazón agradece no tener que bombear la sangre tan rápido porque estamos quietecitos, los músculos se oxigenan y no se desgastan en este periodo…
Para mí es muy importante transmitir a los niños la idea de que es necesario ‘escuchar a nuestro cuerpo’, y siempre que podamos, atender sus llamadas. Y es que muchas veces no comemos cuando tenemos hambre porque estamos trabajando, o no dormimos cuando tenemos sueño porque queremos ver una peli… y si nos cuesta ajustarnos a nuestras necesidades biológicas a los adultos, ¿qué ocurrirá cuando los niños que nos han estado observando se convierten en adolescentes?
No vamos a hablar hoy sobre los trastornos del sueño que se originan durante la niñez (dejaremos esto para otro día), aunque sí que puedo deciros que son distintos a los que acontecen durante la etapa adulta. Unos son específicos y otros perduran en el tiempo, y hay un patrón que se repite es la aparición de problemas durante la adolescencia: a veces es porque la sobrecarga de tareas es incompatible con un buen descanso, otras porque no existen hábitos consolidados, o debido a la falta de límites que permiten que un niño de 13 años esté a las 2 de la madrugada conectado con sus ‘amigos’ de las redes sociales en internet.
Aunque a muchos niños no les parezca así, el sueño es tan necesario como interesante: dormir no es sólo cerrar los ojitos para descansar y ¡hasta mañana! Dormir es pasar de la etapa 1 a la 2 y seguir hasta la fase REM, y no sólo eso porque el proceso entre la fase 2 y la REM, se repite varias veces. Todas son necesarias y no podemos permitirnos limitar el tránsito de nuestro cuerpo y nuestro cerebro por cada una de ellas, debido a horarios inadecuados o a no tener el tiempo suficiente para el descanso.
Hay quien se muestra partidario de dejar que los niños se auto regulen y decidan ‘cuándo’ irse a la cama. Yo me muestro más favorable a ayudarles a reconocer las señales de su cuerpo, sé que en esta sociedad tan trepidante en la que viven es difícil, pero a menudo pienso en cómo son de sabios los animales no humanos que empiezan a ‘recogerse’ para descansar al mismo tiempo que el sol empieza a ponerse.
Seguimos otro día con los trastornos del sueño, y algunos consejos.
Imagen | SantaRosa OLD SKOOL En Peques y Más | Dormir menos de nueve horas y acostarse tarde afecta al rendimiento académico, La Guia del Descanso Saludable ofrece recomendaciones y pautas dirigidas a adultos y niños para mejorar el descanso