Estos días en que ha habido en casa un brote de gripe generalizado, confieso que me he tentado de echar mano del jarabe que me recetó el pediatra la última vez y santo remedio.
Sin duda hubiera sido cómodo para mí, pero no hubiera servido de nada para que mi niña de dos años dejara de toser, aunque a lo mejor contribuía a crearle una gastritis.
En relación a este asunto de automedicar a los hijos, el gobierno estadounidense acaba de dar a conocer un estudio que señala que los medicamentos de venta libre para la tos y el resfriado pueden ser perjudiciales y hasta mortales para los niños menores de dos años.
A veces creemos que conocemos a nuestros hijos mejor que nadie. Pensamos que por los síntomas que presentan tienen tal o cual enfermedad. Pero no somos médicos y es probable que estemos equivocados.
Siempre tengo la costumbre de llevar a mis hijas al médico cuando se ponen malitas, aunque crea saber qué pueden tener.
En muchos casos podría decir a ojo qué es lo que tienen y puede que la mayoría de las veces acertara, pero la salud de los hijos no es un juego.
Debemos ser responsables en ese sentido. El único que puede diagnosticar es el médico y es él quien debe recetar los medicamentos adecuados para cada situación.
Resulta que el jarabe que tengo en casa para cuando tiene tos no le hubiera servido de nada esta vez, pues la tos se debía a una faringitis y no a un resfriado común como los que había tenido anteriormente.
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