Los relojes de casa marcan la misma hora para todos los miembros de la familia. Sin embargo, somos los padres los que más controlamos el tiempo y los horarios, y los que, además, queremos controlar las vidas de nuestros hijos, para que hagan lo que tienen que hacer en el momento en que queremos que lo hagan. "Métete en la ducha", "A comer", "Vístete" y mandatos similares son verbalizados a diario por los padres y siempre esperamos lo mismo, obediencia ciega ipso facto.
Sorprendidos nos quedamos cuando en vez de hacer las cosas nos responden "¡Ahora voy!" y tardan en venir, cuando dicen "¡un momentito!" y tardan en hacernos caso o "¡Espera un poco!" y, ciertamente, nos hacen esperar. Sorprendidos, y algunos padres incluso se cabrean porque "ahora es AHORA", porque "ni espera ni espero" y "¡ni momentito ni nada, ven ya!". La gracia del asunto es que no nos damos cuenta, los padres, de que al parecer no podemos esperar, cuando ellos están acostumbrados a hacerlo.
¿Cuántas veces te llaman?
Párate sólo un momento a pensar cuántas son las veces que en un día tu hijo puede llegar a llamarte. "¡Mamá!", "¡Papá!". Párate a pensar, desde que sabe decir mamá y papá cuántas veces te ha llegado a llamar. Bien, ahora párate a pensar en cuántas de esas ocasiones has acudido a la llamada en el instante, sin demora, en el acto. Es posible que cuando tu hijo o hija era peque acudieras enseguida. Es posible que dejaras enseguida lo que hacías y fueras para ver qué quería, pero es muy posible que, a medida que ha crecido, el tiempo que le haces esperar haya crecido también.
¿Cuánto tardas en acudir?
A esto me refiero. Cuando te llaman, ¿cuánto tardas en acudir? Hay padres que se pasan el día en el "¡Voy!", "¡Un momento!" y el "¡Espera un poco!", haciendo esperar a sus hijos. Hay algunos que luego ni siquiera llegan a acudir si el niño no insiste. Somos verdaderos maestros de la escena, logrando que nuestros hijos tengan que esperar porque estamos haciendo algo impostergable. Pues bien, ante tal lección, ante tal ejemplo, ¿queremos que nos hagan caso al momento?
Pues sí, lo queremos, pero no es justo. No lo es porque cuando ellos nos llaman, lo hacen porque les parece importante que vayas (aunque a ti no te parezca importante lo que estén haciendo), de igual modo que cuando tú les llamas lo haces porque te parece importante que vengan y hagan lo que les digas que tienen que hacer (aunque a ellos no les parezca importante).
¿Entonces tenemos que hacerles caso al momento?
No digo eso, no nos vayamos ahora al otro extremo. Lo que trato de decir es que cada vez que nos hacen esperar lo hacen porque, o lo que están haciendo es importante, o necesitan unos minutos más para acabar, o lo que les dices que tienen que hacer no les apetece lo más mínimo y te hacen esperar por una razón muy clara: han aprendido a hacerte esperar por todas las veces que tú les has hecho esperar. No es una venganza, es un aprendizaje, es un rasgo de la socialización, del mimetismo, de conocer cómo funcionan las relaciones interpersonales al saber que, cuando alguien te pide algo, puedes, con un "espera un momento", conseguir hacerlo unos minutos después.
¿Dónde quiero llegar?
Pues al punto en que los padres os deis cuenta, o nos demos cuenta, de que los niños hacen, simplemente, lo que ven y oyen y que, además, son capaces de decidir qué prefieren hacer en cada momento. Si no nos hacen mucho caso, si nos hacen esperar, quizás debamos revisar un poco cómo nos comportamos cuando ellos nos llaman. Si hacemos lo mismo, no podemos quejarnos. Cambiemos, empecemos a hacerles más caso y a tenerles más en cuenta y quizás ellos acaben haciendo lo mismo. Y si no puede ser, porque es imposible que siempre respondamos a sus llamadas, que nosotros también tenemos vida y unas obligaciones y responsabilidades, debemos ser más tolerantes cuando ellos nos hagan esperar.
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