Qué mejor sonido que los gritos de los niños divirtiéndose en el parque, en la playa, en el campo, en el patio del colegio, en la feria, al aire libre, en la guardería, en la ludoteca... Pero, ¿qué sucede cuando gritan dentro de casa? Mejor planteado, ¿qué sucede cuando los pequeños gritan dentro de casa y existen vecinos? Existen vecinos que quieren descansar, o con bebés a los que también se les molesta.
Alguna vez en el blog hemos hablado del poco respeto vecinal por el preciado (para algunos) silencio. No pongo ninguna objeción a los gritos de niños y niñas en los primeros casos que he apuntado, es más, creo que esas expresiones son una fuente de descarga de energía necesaria y una muestra espontánea de sus sentimientos.
Pero echo de menos el silencio dentro de casa, cuando los pisos se separan con esas paredes, suelos y techos tan finos que a la menor alzada del tono de voz molestas al vecino. Como podéis imaginar, tengo unos vecinos algo gritones. Los padres y los niños.
Los niños no tienen culpa, desde luego. Han aprendido que gritarse es una manera más de comunicarse, la habitual.
Pero yo, por si acaso y mientras no entre en mis posibilidades vivir en un chalet en el campo, a mi peque de 18 meses le intento hablar en tonos normales y ayudarla a que entienda que gritando no se le escucha más. Cuando hay alguien durmiendo en casa, cuando es la hora de la siesta, muy temprano o al anochecer, en casa se habla tranquilamente, y las muestras de alegría o de enfado no necesitan gritos.
Por supuesto, sobra decir que el caballito o los triciclos no se usan para hacer carreras por el pasillo y se sale de casa tranquilamente y no en tropel a grito pelado para que lo oiga toda la escalera... Otra cosa son los llantos, estos son llantos y no se pueden acallar. Poco podemos hacer por no escuchar el tráfico de la calle. Pero esos gritos... ¡Ay, preciado y añorado silencio vecinal!