Cuando los niños son pequeños dependen plenamente de nosotros, para ellos los adultos son una fuente de autoridad a la que acudir en los momentos de necesidad. Esta es la razón por la que un niño puede ser acusador.
Ser acusador a estas edades es totalmente normal, con el propósito de “ganar puntos” ante los papás, familiares o profesores, el niño acusador avisa y acusa ante un peligro, ante un conflicto con un amiguito, etc.
Pero el caso que más conocemos la mayoría de los padres son las acusaciones entre hermanos, “se ha reído de mi”, “me ha pegado”, “me está molestando” y un largo etcétera que termina convenciéndonos de lo acusica que es el niño.
Ante todo, los padres debemos analizar los motivos de las acusaciones que profiere el pequeño. Cuando se trata de acusaciones como las que hemos mencionado antes, de poca envergadura, es necesario que intervengamos y que reconozcamos el problema que nos plantea, pero sutilmente. Por ejemplo, una pregunta adecuada ante “mi hermano me está molestando” sería, “¿qué podrías hacer tú para que tu hermano deje de molestarte?”. De esta manera se produce un estímulo en el niño para que sea él quien busque una posible solución.
Enseñar al niño cuando debe ser acusica es una tarea que requiere tiempo y grandes dotes de imaginación para explicarle distintas situaciones, por ejemplo a través de los cuentos, de esta manera el pequeño entenderá cuando debe o no avisar a sus papás sobre alguna situación, pero no debemos en ningún caso utilizar al niño como si de un pequeño espía se tratase.
Todas las situaciones donde existe algún tipo de violencia, son las que el pequeño debe denunciar para que no se deriven mayores problemas entre hermanos. Muchas son las responsabilidades de los padres para que los hijos se desarrollen en todos los sentidos adecuadamente.
Más información | Geomundos