La adolescencia es una etapa compleja donde los cambios son múltiples. El adolescente que entra en esta etapa se adentra en una realidad llena de fluctuaciones que le hacen tener que afrontar situaciones nuevas consigo mismo, la familia y el mundo externo.
A través de esa confrontación con la nueva realidad, se presenta el reto de adaptarse a ella. Pero, ¿cómo lo hará el adolescente? Mediante la elaboración de los tres duelos de la adolescencia, una teoría propuesta por los psicoanalistas Armida Aberastury y Mauricio Knobel.
Con su consecución, el adolescente configura su nueva personalidad e identidad, y, en definitiva, se hace mayor.
¿De qué tres duelos hablamos y cuáles son sus características? ¿Qué cambios sufrirá el adolescente en el área del cuerpo, de su rol e identidad y de la nueva figura de los padres? ¿Cómo acompañar a nuestro hijo en este proceso? Te damos las claves.
¿Qué es el duelo?
Definimos el duelo, en palabras de Freud (1971), neurólogo y padre del psicoanálisis, como "la reacción a la pérdida de un ser amado o de una abstracción equivalente (la patria, la libertad, el ideal, etc.)".
En otras palabras; es la reacción psicológica y natural a una pérdida significativa en nuestra vida, y todos elaboraremos diferentes duelos a lo largo de la misma.
Los tres duelos de la adolescencia, aunque impliquen cambios complicados y duros de transitar, también conlleva el surgimiento de un ser maravilloso, lleno de aprendizajes, en quien se convertirá nuestro hijo. Así que debemos entender el duelo como algo natural y necesario, y sobre todo, saludable, no como algo "negativo".
Los tres duelos de la adolescencia
Armida Aberastury, psicoanalista argentina, y Mauricio Knobel, médico y psicoanalista, en 2010 elaboraron una teoría que proponía que los adolescentes afrontaban tres duelos durante su inicio y recorrido en esta etapa vital: el duelo por el cuerpo, el duelo por la identidad (y el rol infantil) y el duelo por los padres infantiles.
Tras estos duelos, el adolescente podría entrar ya en la etapa adulta.
El duelo por el cuerpo
Sabemos que el paso de la pubertad a la adolescencia conlleva múltiples cambios físicos y hormonales.
Son cambios rápidos e importantes para el cuerpo, y el adolescente puede sentir que estos cambios son ajenos y externos a él. Incluso, puede sentirse identificado en un rol más de observador que de protagonista, mientras experimenta dichos cambios.
La asunción, interiorización y aceptación progresiva de todos estos cambios supone la elaboración del duelo por el cuerpo que proponen los autores.
- Adaptándose al nuevo cuerpo
Así, el adolescente, en esta etapa vital, empieza a aceptar sus modificaciones biológicas, ante las cuales puede sentir impotencia (al no poder frenar estos cambios) y desconcierto.
- Incomodidad y torpeza
Puede incluso aparecer un fenómeno de despersonificación, que implica que el menor se encuentre incómodo en su propio cuerpo, porque le cuesta reconocerse en él.
Y además, si a eso le sumamos la torpeza que a veces surge, porque no se domina al 100% un cuerpo que está en pleno cambio, la cosa se complica. En este sentido, los movimientos que antes hacía el niño para alcanzar las cosas, por ejemplo, ya no dan los mismos resultados.
Y con todo ello, cuando se logra atravesar e integrar el duelo, el adolescente acaba reconociéndose en el espejo.
El duelo por la identidad y el rol infantil
Los niños que dejan de ser niños para adentrarse en la adolescencia transitan también por un duelo que les invita a aceptar que su identidad y su rol infantil han cambiado. Pierden este rol, lo que les obliga a renunciar a la dependencia y a aceptar nuevas responsabilidades.
- La "pérdida" de la identidad infantil
Y esta pérdida de la identidad infantil (que en realidad no se "pierde" del todo, porque deja una huella importante en la propia identidad), obliga a que se produzca un reemplazo por la identidad adulta.
- Emociones diversas
Y en este camino el adolescente es normal que experimente emociones diversas, como: sorpresa, ilusión, desconcierto, angustia... La angustia aparece sobre todo cuando, en ese cambio de una identidad a otra, deben transitar por un momento de búsqueda y de falta de una identidad clara.
- Reconstrucción de la identidad
Por otro lado, cuando los niños "son niños", aceptan, en cierta manera, que necesitan de otras personas para sobrevivir. Y esto tiene que ver con su identidad aún infantil.
Sin embargo, con la entrada de la adolescencia, el chico o la chica transita durante un tiempo en "tierra de nadie", porque ya no es un niño pero tampoco un adulto. Y esto le obliga a reconstruir su rol en el mundo y su identidad.
- Confusión de rol: ni niño ni adulto
A raíz de ello, pueden surgir dificultades, al no darse cuenta de cómo debe actuar. El chico es lo suficientemente grande para ser un niño y por tanto no puede mantener la dependencia infantil aunque quisiera.
Sin embargo, tampoco puede asumir la independencia adulta, con lo cuál puede tener confusión en su rol.
El duelo por los padres infantiles
Y el tercer duelo de la adolescencia, según los autores, es el duelo por los "padres infantiles". El adolescente empieza a separarse de sus padres, es el fin de la relación de dependencia con ellos (aunque siga dependiendo económicamente de ellos, y también a nivel emocional).
- Construyendo su autonomía
El chico sigue sintiendo la necesidad de sentirse comprendido y aprobado, para así sentirse aceptado.
Además, tiene también la necesidad de construir una identidad fuera de la familia (en búsqueda de su independencia), aunque de forma inconsciente se sienta también parte de ella. Y esta es otra de las tantas contradicciones de la adolescencia.
- Des-idealizando a los padres
Este duelo implica también entender que la protección que recibe de los padres ya no será la misma, aunque siempre estén a nuestro lado.
Y también, implica renunciar a la figura idealizada que tienen los niños de los padres, aceptar sus debilidades (sin dejar de reconocer también todas sus fortalezas), y el hecho de que también ellos se hacen mayores.
¿Cómo acompañar a nuestro hijo en estos duelos?
A la hora de acompañar a nuestro hijo en su proceso de duelos, es importante que lo hagamos sin invadir su espacio, y sobre todo, validando mucho lo que siente (todo lo que sienta está bien).
Que sienta que tiene nuestro apoyo, pero también su libertad si necesita tener momentos a solas, con sus amigos... Algunas pautas a tener en cuenta que pueden ayudar son:
- Este proceso es complejo y lleva su tiempo integrar tantos duelos; adáptate a sus ritmos, no quieras "correr" y que "los supere rápido".
- Habrá momentos en que se sienta triste, desconcentrado... es normal, no intentes evitarle esas emociones. Tiene que transitarlas; acompáñalo desde esa comprensión.
- Escucha sus necesidades y resuelve sus dudas siempre que lo necesite.
- Déjalo decidir y ganar autonomía; respeta sus libertades.
- Es normal si lo ves cambiado, apático, confuso... y esto te puede generar malestar. Date también el permiso de elaborar tus propios duelos.
- Y sobre todo, acéptalo tal y cómo es; tu hijo está cambiando, pero la esencia es la misma.
- Y recuerda, tu hijo ¡sigue siendo maravilloso! Ámalo como siempre has hecho, sin esperar nada a cambio.
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