Dentro de unas semanas, en mi hogar de cinco personas (papá, mamá y los tres niños) habrá un nuevo miembro. No será otro bebé, sino un perro, un cachorro de Alaskan Malamute que vendrá a convivir con nosotros, a darnos muchas alegrías, más trabajo y, sobre todo, a dar y recibir mucho cariño.
Para su llegada, por aquello de que nunca he tenido perro, quise leer acerca de estos perros y es increíble (o quizás no tanto), las similitudes en relación a cuidados emocionales que tienen los animales con los niños. Una de las cosas que he leído y que siempre he sostenido en referencia a los niños es que estos animales son muy cariñosos y muy tranquilos, pero que necesitan hacer ejercicio, actividad, moverse. Si lo sacas a hacer ejercicio, será un perro magnífico. Si no lo sacas, toda la energía que tiene la usará para buscar divertimento en casa, y probablemente te la destroce.
En los niños pasa algo muy parecido. Son una fuente (casi) inagotable de energía y prueba de ello es que cuando nosotros necesitamos sentarnos, ellos aún están corriendo. Y si no tienen posibilidad de "gastar" esa energía se ponen nerviosos, se enfadan y llegan a tener más rabietas. Por eso: a más actividad menos rabietas.
Esos padres enfadados porque les desmontan la casa
Conozco a muchos padres que explican historias de sus hijos en plan "no puedo más, me lo tiene todo desordenado". Yo, en invierno, puedo ser uno de ellos también, porque salimos menos a la calle, los niños pasan más tiempo en casa y tienen una capacidad de desmontarlo todo fabulosa. Si les dejas, te hacen casi una mudanza interna. Si no les dejas, por algún lado salen las ganas de "cambiar el mundo", o sea, se enfadan, hacen rabietas, piden cosas que en el fondo ni quieren, etc.
Vamos, que si se aburren o si no han tenido mucha actividad ese día, las probabilidades de que te hagan una rabieta aumentan exponencialmente. Si son más mayores, pues hacen otras cosas. Igual una rabieta no, pero ves que se pelean entre ellos, que discuten contigo o que nada les parece bien, por ejemplo.
Más actividad, por favor
Si ves que puedes estar en esta tesitura, si no salís demasiado o no dedicas mucho tiempo a jugar con tus hijos y ellos entran esa espiral de peleas, aburrimiento, de enfadarse y de portarse mal, prueba a darles alternativas, a salir a la calle y a ofrecerles más actividad. Id al parque un rato, divertíos juntos, que corran, jugad con la pelota, con los columpios, corred de vuelta a casa, aprovechad los fines de semana para sacar las bicis, o para ir a la montaña.
Parece mentira, pero no sabéis el bien que llega a hacer a los niños el salir a la naturaleza, al exterior, y ejercitar sus pequeños cuerpos llenos de energía. Es que además, si no lo hacen ahora, ya me diréis cuándo lo van a hacer.
Foto | Thinkstock
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