Hay épocas en las que los niños están más irritables, y esto puede deberse a causas externas o a cambios en su rutina. Por otro lado, la irritabilidad también puede tener relación con la gestión emocional, y en parte, con el temperamento y carácter de cada niño, si hablamos de una irritabilidad más prolongada.
Hablamos sobre la irritabilidad en la infancia: cuáles son sus causas más frecuentes y cómo acompañar a los niños para que puedan canalizar adecuadamente las emociones que muchas veces se esconden tras esta irritabilidad.
Irritabilidad en los niños: ¿en qué se traduce?
La irritabilidad se define como un estado de hostilidad, rabia o intolerancia hacia las cosas. No es exactamente lo mismo que estar enfadado; es más bien, estar más susceptible o propenso a enfadarse o a molestarse.
De esta forma, los niños que se muestran irritables pueden enfadarse o molestarse fácilmente, así como perder la paciencia ante cosas que, en un estado normal, no les afectarían de la misma manera.
Así, la irritabilidad engloba también comportamientos y emociones como la agresividad, la ira o la rabia. En sus causas, pero, también puede haber tristeza o frustración, por ejemplo.
Causas de la irritabilidad
Entender la causa es importante para poder acompañar y entender mejor a nuestros hijos en este estado de irritabilidad. Encontramos diferentes causas que expliquen la irritabilidad en los niños. Algunas de las más frecuentes son:
Conflictos en la escuela o en casa
Los conflictos pueden hacer que los niños estén más irritables de lo normal. Estos conflictos pueden darse en casa, en la escuela... A veces los niños no los explican, y de ahí que nos cueste entender de dónde viene esa rabia.
Por eso es tan importante crear espacios de comunicación con ellos donde se sientan seguros para abrirse, así como favorecer su confianza hacia nosotros.
Presión académica
La presión académica es otra de las posibles causas de la irritabilidad. Esa presión puede darse desde la propia escuela y/o desde casa, o puede surgir de ellos mismos (en niños muy autoexigentes, por ejemplo).
Depresión
Uno de los síntomas principales de la depresión infantil es la irritabilidad, síntoma que no es tan frecuente en los adultos (en los adultos el síntoma principal es un estado de ánimo bajo o deprimido).
Así que, en algunos casos, la irritabilidad (sobre todo, si es recurrente), puede ser una señal de alerta de una situación más complicada, que es estar pasando por una depresión. En estos casos es imprescindible pedir ayuda profesional.
Duelo
Si en vuestro entorno ha fallecido recientemente un ser querido, o si os acabáis de mudar de ciudad, si ha habido alguna pérdida importante en la vida de tu hijo, etc., también puede aparecer la irritabilidad en tu hijo, al estar pasando por un duelo.
Cambio de escuela
Un cambio de escuela también es una situación que genera un impacto importante en la vida de los niños, a nivel emocional, relacional...
En realidad, es otro tipo de duelo, ya que uno debe afrontar las pérdidas del camino y adaptarse a una nueva realidad. Así, una situación de este tipo también puede generar irritabilidad en los niños.
Baja tolerancia a la frustración
La baja tolerancia a la frustración también puede generar mucha irritabilidad en los niños, que no están acostumbrados a canalizar este tipo de emociones. Y esto, a su vez, tiene mucha relación con una inadecuada regulación emocional.
Esto puede trabajarse desde la psicología, a través del autoconocimiento, la validación de las emociones pero no de todas las conductas, de la enseñanza y el aprendizaje de conductas alternativas a la ira, etc.
Dificultades atencionales
Las dificultades a la hora de concentrarse también pueden ser una causa de la irritabilidad. ¿Por qué?
Porque el hecho de no poder mantener la atención durante un determinado tiempo (por ejemplo, el necesario para acabar una tarea), puede generar mucha frustración, o sensación de pérdida de control, toques de atención desde la escuela... Y eso genera una impotencia que a su vez, puede traducirse en irritabilidad.
Cambios propios del desarrollo
Existen ciertos cambios en el desarrollo del niño que pueden generar enfado e irritabilidad; son cambios evolutivos y normales, que a veces cuesta gestionar.
Por ejemplo, cuando son bebés, el hecho de que les empiecen a salir los dientes, o cuando son más mayores, el propio crecimiento, que puede generar molestias musculares o articulares.
Más adelante, ya en la pubertad, los cambios hormonales también tienen un impacto en el bienestar psicológico y por lo tanto en las emociones de los menores, lo que puede traducirse en etapas de más irritabilidad.
Cambios en las rutinas
Un cambio importante en la rutina del niño también es un factor que se relaciona con una mayor irritabilidad. Es normal que los cambios generen estrés en los niños, y que ese estrés no sepan cómo gestionarlo.
Por ello es tan importante el acompañamiento emocional y poder anticipar los cambios en su rutina siempre que sea posible.
Causas médicas
Padecer una enfermedad también puede generar irritabilidad en los niños, sobre todo si se trata de una enfermedad crónica y/o especialmente dolorosa. Otras afecciones como migrañas, dolor de muelas, de oído, de estómago, etc., también pueden generar irritabilidad.
Por ello es tan importante revisar su salud con controles periódicos y seguir el tratamiento adecuado en cada caso.
¿Cómo ayudarles a gestionar la irritabilidad?
¿Cómo gestionar esa irritabilidad? ¿Cómo ayudar a los más pequeños a entenderla y transitarla?
Descartar los factores orgánicos
Primero de todo, deberemos descartar que nuestro hijo presente algún tipo de enfermedad o afección médica que pueda relacionarse con esa irritabilidad.
Entender su causa
Otro paso esencial a la hora de acompañar a nuestros hijos en momentos de irritabilidad es entender su causa: ¿de dónde viene? ¿Qué la causa? ¿Hay algún desencadenante concreto? ¿En qué momentos esta irritabilidad es más intensa?
Entender la causa es ir a la raíz, lo cual es una estupenda oportunidad para empezar a entender cómo canalizar esa irritabilidad.
Poner palabras a las emociones
También es importante que los niños aprendan a poner nombre a lo que sienten, sin presiones (a veces necesitarán un poco de acompañamiento). Expresar esas emociones con palabras puede ayudarles a entender cómo se sienten y cómo pueden gestionar esa emoción tan desagradable o angustiosa.
Validar sus emociones
Es muy importante que validemos las emociones de los niños para que no se repriman, aunque estas se traduzcan en irritabilidad.
Recuerda, una cosa es validar la emoción y otra es validar la conducta, que no tiene por qué validarse siempre (en lugar de ello, podemos ofrecerles modelos de conducta más adecuados para su bienestar).
Para validar las emociones (también las desagradables), podemos usar frases como "entiendo cómo te sientes" o "es normal que estés enfadado/triste/...".
Validar las emociones de los niños les permitirá entender que está bien sentirse así, que no tiene nada de malo. Que pueden transitarlas sin sentirse mal, sintiéndose acompañados.
«Al igual que los niños, las emociones sanan cuando son escuchadas y validadas».
-Jill Bolte Taylor-
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