Niños reconcorosos: cómo enseñarles que guardar rencor no conduce a ningún lado

Niños reconcorosos: cómo enseñarles que guardar rencor no conduce a ningún lado
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¿Quién no ha sentido rencor alguna vez en su vida? También los niños pueden sentir rencor, y es algo normal. Sin embargo, hemos de saber que el rencor no es un sentimiento sano a largo plazo, porque genera sufrimiento y odio en el que lo experimenta.

Cuando los niños se han sentido atacados, dañados o decepcionados, pueden acabar desarrollando el sentimiento de rencor. Y aunque, en un momento dado este sentimiento pueda protegerlos, lo cierto es que, con el tiempo, y si no se trabaja, puede enquistarse y ser peor para ellos.

En este artículo ofrecemos cinco pautas para trabajar este sentimiento en los niños y cómo aplicarlas.

El sentimiento de rencor en los niños

El rencor es un sentimiento de hostilidad o resentimiento intenso hacia alguien o algo, como consecuencia de un daño recibido. La mayoría de personas, tanto niños como adultos, han experimentado este sentimiento a lo largo de nuestra vida. Sin embargo, es importante no confundir la rabia con el rencor.

La rabia también se despierta cuando nos sentimos heridos u ofendidos, o cuando no respetan nuestros límites. Dura un cierto tiempo y nos permite poner en marcha mecanismos para protegernos o restaurar ese dolor; por lo tanto, es adaptativa.

En cambio, el rencor es más intenso y duradero y no es adaptativo, porque nos genera sufrimiento y nos ancla en una posición pasiva, donde solo alimentamos una rabia que nunca cesa. Es un sentimiento paralizante que no nos permite cerrar capítulos de nuestra vida y avanzar. Por lo tanto, y sobre todo con los niños, es importante trabajar con ellos para que ese rencor no interfiera en su bienestar.

El rencor es un sentimiento paralizante que no nos permite cerrar capítulos de nuestra vida y así poder avanzar.

Cómo trabajar el rencor en los niños

Para trabajar el rencor en los niños, hemos de partir de la base de que, es posible dejar de sentir rencor, y que esto no significa "olvidar lo que ocurrió". Eso no se puede olvidar (ni debemos hacerlo), pero sí podemos hacer las paces con ese pasado, integrar esa experiencia para poder seguir adelante. En este sentido, perdonar puede ayudar.

1. Validar su emoción

Aunque no nos guste que nuestro hijo sienta rencor, es importante que validemos cómo se siente, y que no le restemos importancia a su sentimiento. Pero ojo, esto no quita que no podamos explorar ese sentimiento, reflexionando sobre él y valorando si realmente vale la pena seguir alimentando ese rencor.

Podemos validarle, por ejemplo, con estas palabras: "puedo entender que te sientas así, pero tal vez podamos hablar sobre ello para que te sientas mejor, ya que el rencor te está haciendo daño".

Podemos validar su emoción, y a su vez, explorar ese sentimiento, reflexionando sobre él y valorando si realmente vale la pena seguir alimentando ese rencor.

2. Valorar lecturas alternativas a través de la empatía

Se trata de empatizar con la persona que nos ha hecho daño. Podemos reflexionar junto al niño; "¿por qué crees que [la persona por la que siente rencor] hizo esto?" Buscaremos con él otras posibles interpretaciones a su conducta más allá de "porque es malo", o "porque actuó con mala fe", etc.

La idea es que el niño pueda ponerse en el lugar de la otra persona para comprender su conducta y entender que tal vez no sea nada personal y pueda incluso relativizar lo sucedido, ser más compasivo, etc.

Y ojo, entender a la otra persona no significa, necesariamente, perdonarla, u olvidarnos del daño que nos hizo. Pero sí puede ayudarnos a reducir la intensidad de ese rencor, dándonos cuenta de que nosotros también nos equivocamos a veces.

3. Reflexionar sobre las consecuencias que tiene el rencor en su vida

Para ello, podemos hacerle preguntas como "¿cuánto tiempo hace que te sientes así?", "¿te ayuda en algo sentir rencor? ¿o te hace sentir peor?", ¿"cómo te sientes desde que tienes rencor por esta persona?".

La idea es que pueda valorar, por sí mismo, que el rencor en realidad, solo le está "atando" a esa persona, y que este sentimiento le impide soltar lo sucedido y sentir paz interior. Es como un hilo invisible que nos ata a esa persona y a lo que dolió, sin poder soltarlo para poder avanzar.

Y de esta forma, que encuentre los beneficios que puede haber en perdonar, en dialogar con esa persona, dejar atrás lo sucedido, reconciliarse con ello, etc. Podemos preguntarle: "¿cómo te sentirías si le perdonaras?", o, "imagina que, poco a poco, dejas de sentir rencor. ¿Cómo te sentirías? ¿Qué cambiaría en tu vida?"

4. Fomentar la compasión

La compasión se define como un sentimiento de tristeza que produce el ver padecer a alguien, y que nos impulsa a aliviar su dolor o sufrimiento, a remediarlo o a evitarlo.

La compasión es un sentimiento de tristeza que produce el ver padecer a alguien, y que nos impulsa a aliviar su dolor o sufrimiento, a remediarlo o a evitarlo.

Es un valor muy importante que nos ayuda a conectar con el dolor ajeno, que se nutre de la empatía, y que podemos enseñar a los niños. La compasión les ayudará a alejarse del odio y del rencor (algo muy sanador), y a ser más empáticos y más buenas personas.

¿Cómo podemos fomentar la compasión en los niños? Por ejemplo, reflexionando con ellos sobre qué significa que alguien lo pase mal, cómo podemos ayudar a alguien a sentirse mejor, por qué es bueno ser compasivo, etc. Y también, animarles a recordar momentos en los que alguien ha sido compasivo con ellos: ¿cómo se han sentido?

5. Cultivar la flexibilidad

Trataremos de cultivar con ellos la flexibilidad mental. Por ejemplo, podemos pautar o acordar algunas situaciones en las que sí podemos dejar atrás el rencor.

Estas situaciones las podremos proponer conjuntamente; por ejemplo, podemos dejar atrás al rencor si es la primera vez que esa persona nos falla, o si nos pide perdón, o si se muestra realmente arrepentido, si fue un accidente o un malentendido, si ya ha pasado X tiempo desde que sucedió, etc.

Son solo ejemplos, cada niño deberá encontrar sus propias "reglas". En este caso, se trata de trabajar la flexibilidad mental, alejándonos de los extremos del "todo o nada" ("si me ha tratado mal, soy rencoroso"; ¿qué alternativa tenemos?).

Foto | Portada (Freepik)

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